(Contiene spoilers visuales). Desconozco los motivos por los cuales Paweł Pawlikowski, el director de Cold War, ha elegido el formato 4/3, es decir, casi cuadrado, para filmar su última película. ¿Para acercarse a la idea de cuadro quizá? Podría ser. Hay unos planos de una iglesia derruida en mitad de una nada cubierta de nieve que recuerdan bastante a algunas imágenes del pintor Caspar D. Friedrich, por poner solo un ejemplo. Planos, por cierto, que volverán después al final de la cinta. También desconozco por qué las primeras escenas son las miradas a cámara de dos músicos. Todo el comienzo de la película recuerda más a un documental etnográfico que a un despliegue narrativo.
Pero es sobre todo cuando entra en escena Zula, la protagonista de la historia, cuando la idea que trato de apuntar se hace aún más fuerte para mi. La cámara actúa como un verdadero imán hacia ella de tal forma que ya no puedes dejar de mirarla. Se apodera de la escena en cuanto aparece, incluso haciéndole sombra a su compañero de reparto. Y es que entiendo todo el montaje de Pawlikowski como una estrategia para dibujarnos ese retrato. Y con ella el de la decadente pero bella y auténtica Polonia durante la Guerra Fría.
Texto y fotografía: Jesús de la Iglesia (en algún lugar de la Lombardía, Italia).
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