La novia ha sido un regalo. Desde la escena que abre la película (ese texto desgarrador en boca de la protagonista: “el otro era un río oscuro lleno de ramas”) hasta la última (“y te sigo por el aire como una brizna de hierba”), la he visto con el alma encogida y la piel de gallina. 

Qué obra de arte. Es belleza pura.

Belleza en fotografía, en el texto lorquiano, en los personajes (qué novia, qué interpretación de Inma Cuesta, sudando Lorca por los cuatros costados), en la música, (y qué música: La tarara y la canción Dice la nostra novia, cantada por Vanesa Martín…)

Ver esta obra constituye una experiencia extática.

He leído por ahí en algún que otro artículo que en cierto modo esta película traicionaba a Lorca, que no lo representaba, que era una película preciosista y Lorca supuestamente no lo era.

Estoy totalmente en desacuerdo. Yo veo a Lorca desde el primer fotograma hasta el último.

En esta magnífica cinta se recoge esa capacidad de Lorca para encontrar la belleza en los momentos más inesperados e imprevisibles.

Si algo es Bodas de sangre es precisamente belleza; esta obra trasciende el plano documental con una prosa y un verso deliciosos, evocadores y deslumbrantes.

Leyendo diferentes textos y estudios de la obra lorquiana, me he topado con estas palabras, que para mí definen de una manera muy certera no solo a Lorca sino también a Paula Ortiz y su visión de Bodas de sangre:

“Una y otra vez, Lorca construyó a través de la poesía, un puente entre dos aproximaciones a la belleza —la brillante y la sombría— y quizá al propio sentido de su obra, tan dolorosamente conmovedor, tan inquietante en su delicadeza. Tan absoluta en su poder de seducción.”*

Ojalá nos sigan seduciendo a través del cine con los grandes autores de la literatura española y con textos que erizan la piel. 

La novia, una obra intensa, audaz y magnética. Una obra maestra sin lugar a dudas. 

* Artículo de Aglaia Berlutti.

Texto: Gema Sampedro. Fotografía: Jesús de la Iglesia.

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