1. El rostro es la península del cuerpo, unida a este por el istmo del cuello. Allí arriba suceden las cosas más importantes de una vida. El rostro es el mapa de nuestras emociones y todos nosotros somos especialistas en leer esta clase de mapas. No somos conscientes de hasta qué punto. Por ello no es extraño que aquellos que mejor nos conocen, aquellos que han insistido muchas veces con su mirada, sean capaces de percibir en el gesto o temblor más insignificante el estado de nuestra alma.
2. Somos expertos en detectar emociones. Entrenados desde la infancia, cuando nuestras madres forzaban y exageraban sus gestos de sanción o aprobación. De hecho, el niño que fuimos es en realidad nuestro mejor maestro; estuvo antes del adulto que somos ahora, en esos primeros momentos brumosos descifrando miles de muecas, registrando infinidad de expresiones.
3. Uno de los fenómenos más interesantes del rostro tiene que ver con la idea de subordinación. Nuestras piernas y nuestros brazos son autónomos, podemos coordinar sus movimientos pero lo que haga una extremidad determinada no compromete a la otra. Sin embargo, es casi imposible cerrar un ojo sin afectar al resto del conjunto; ojos, nariz, boca, cejas, mejilla, frente, forman un todo subordinado, milimétricamente ajustado para expresar un repertorio interminable de mensajes al otro, al que tenemos enfrente.
4. El retrato es la ciencia del rostro. Si hay un rostro, si existen unos ojos que nos miran, estamos obligados a mirarlos. Es inevitable. El retrato es un conservador de memoria; el certificado de una vida que posó/pasó delante de los ojos del artista (y en cierto sentido también, del escritor o del poeta). Y es siempre un encuentro de a tres: retratista, retratado, espectador; dos presentes y un ausente en el instante de su ejecución; dos pretéritos y uno actual en el momento de su contemplación.
5. El vídeo-retrato añade a todo lo dicho anteriormente algo nuevo, un segmento de tiempo, que en su versión estática solo aparece como elección de un único instante privilegiado. ¿Qué sucede en ese tiempo? Asistimos a la puesta en escena de un rostro en su gerundio, siendo/estando. Un rostro calmado, de gesto contenido; de emociones suspendidas. Solos ante sus micro-movimientos: respiración, pestañeos, temblores. Contemplando su peso y su misterio: ¿Qué piensa?¿Qué oculta?¿Qué siente?
Texto: Jesús de la Iglesia. fotografía: (Fotograma de un vídeo-retrato).
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